4 de febrero de 2008

JUSTO SUAREZ, el ídolo.


El 5 de Enero se cumplieron 99 años del nacimiento de JUSTO SUAREZ, El Torito de Mataderos. Como un justo homenaje reproducimos esta nota publicada en Clarín, por el periodista Horacio Pagani y enviada por Carina Bosotti.

"Antes, en la prehistoria deportiva, se forjaban así los ídolos: de boca en boca, de emoción a emoción, de verdad a leyenda. Y no había dudas en la memoria popular. No hacía falta la evidencia de la televisión. Alcanzaba con el relato vertical y sincero, con el sentimiento compartido. Claro, se necesitaba pasta para llegar a la cima del reconocimiento, como siempre. O más que ahora, simplemente.
Justo Suárez, el Torito de Mataderos, reunía todas las condiciones: infancia pobre, 24 hermanos (N.Blogger: otros dicen 14 hermanos), lustrador, vendedor de diarios, mucanguero (mucanga era la grasa liviana que bajaba por las canaletas de los mataderos), buena estampa, coraje ilimitado adentro del ring, simpatía afuera (si, el afiche de su sonrisa se parecía a la de Gardel), fidelidad a su clase, amigo de los pibes, matrimonio joven con una telefonista, Pilar Bravo, Estados Unidos, ascenso social, Voiture amarilla, ropa importada, caída estrepitosa, abandono de su mujer, miseria, tuberculosis y muerte a los 29 años.
Por eso, cuando su cuerpo fue traído de Cosquin, y el cortejo fúnebre enfilaba hacia la Chacarita, una marea humana levantó el cajón y lo llevó en vilo hasta el Luna Park para ofrecerle el adiós agradecido en un velotorio de congoja memorable.
Justo Suárez pasó como un relámpago por la vida. Llegó como un regalo de Reyes -la noche del 5 de enero de 1909- a una casa modesta, vecina a los corrales de Mataderos, donde sobraban hijos y faltaba el pan. A los 9 años ya trabajaba a los 19 era boxeador profesional, y a los 29 todo había terminado. Le alcanzaron 29 peleas para convertirse en el ídolo de los argentinos, allá en los años 30, cuando golpeaba la crisis de la depresión económica mundial, cuando la figura de Luis Ángel Firpo se esfumaba en la memoria, cuando el boxeo -casi una rebelión contra la pobreza- convocaba multitudes en el Parque Romano, en la vieja cancha de River, en el Luna. La comunicación fue inmediata. Su velocidad, la potencia de sus golpes, su generosidad, su valentía, le valieron un campeonato de novicios, dos de veteranos y dos coronas sudamericanas, como aficionado. Tenía un estilo sin estilo, lo definió el recordado Félix Daniel Frascara. Categoría liviano, 48 peleas, todas ganadas, 42 antes del límite. Ya era el Torito y marcó el hito: la irrupción de la orilla en el mundo del boxeo, hasta entonces exclusivo de niños bien. Cada pelea suya era una fiesta. Camiones desbordantes de admiradores llanos, ruidosos y espectaculares, con sus matracas, bocinas y bombas de estruendos lo apañaban. Lo formó Diego Franco, pero fue Pepe Lectoure (el tío de Tito) quien llevó el timón de su carrera. Pasaron Moya, Bianchi, Mallona, los Marfut, Venturi Fernández, Rayo, y algunos otros, hasta que llegó el momento clave: el choque por el titulo argentino con Julio Mocoroa, otro legendario. Justo era la imagen del barrio, el peleador frontal, el ídolo popular. Mocoroa representaba a la clase media, al estudiante de odontología, al estilista, al campeón. Ganó Suárez por puntos y trepó a la gloria deportiva, al esplendor mundano.
Ya había ganado una fortuna cuando viajó por primera vez a Estados Unidos. Y arrasó. Glick, Perlick, Flower, Ray Miller, Kid Kaplan. En el segundo viaje -en busca del titulo mundial- tropezó con Billy Petrole, un temible probador de figuras. Y perdió estrepitosamente en nueve asaltos. Perdió su primera pelea y perdió el amor de Pilar Bravo. El fantasma de la tuberculosis ya lo había atrapado. Y el declive fue cruel y vertiginoso. Víctor Peralta le quitó el titulo y se ganó el odio popular. Quiso volver, doblado por su enfermedad y lloró Pathenay, su último vencedor, como lloró el estadio entero, frente a esa caricatura de boxeador que quería seguir peleando contra su propia sombra. Murió tres años después, el 10 de agosto de 1938, en un hospital de Cosquín, con la única compañía de su hermana, en la miseria total y con la sonrisa ojerosa. No importa si se lo vio o no sobre un ring. La memoria popular lo hizo ídolo. El primero del boxeo argentino. Y por eso la proyección no tiene límite en el tiempo."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

holaaa me llamo luciano cons...me kiero dirigir con el mayor respeto al gran idolo de mataderos q muchas gente conoce,y tal vez q otra personas no conoces al torito de mataderos...
mucha gente pasa por alberdid y murguiondo y ve a una estatua con los brazo en guardia y se pregunta quien es?
yo no podria estar viviendo en alberdid y contarle a cada persona,q pregunta uno sabe quien fue,al q realmente le gusta el boxeo como ami.tampoko tengo 80 años para estar contando yo ni siquiera lo conoci,yo apenas tengo 18 años y siempre pregunto por q algo nuevo siempre kiero saber,auque nunca voy poder a llegar hacer lo q fue el gran idolo de mataderos.me despido atentame un saludo luciano cons....
EL TORITO

Anónimo dijo...

totalmntee real la historia, yo soy nieto de juan bautista pathenay y el tenia una amistad muy grande con justo es por eso y sabiendo de su enfermedad no le queria pegar, despues de esa pelea a mi abuelo l sacan la licencia profesional por "tongo"..la gente antes era distinta y el boxeo tambien un abrazo...